Hoy lo recuerdo y no paro de reír. Las personas aplaudían como locas, incluyendo mis compañeritos. Para mi sorpresa, los jueces me hicieron ganadora de las tres piñatas.

Ahí empezó Dinorah’s: sin traumas, sin egoísmo, sin posesión. Aprendiendo de experiencias, de la gente, de la familia. De esa parte inocente y pura que tienen los niños, que se caracteriza por el solo hecho de SER.

Una memoria del SENTIR ocurre poco tiempo después. A los 7 años recibí el primer impacto emocional.

Mi papá, el primer amor de mi vida, no fue fiel a su relación con mamá. Esto, no me lo contó nadie. Lo vi con mis propios ojos. Incluso, antes de que mi mamá lo supiera. Ese fue un amargo momento, que marcó mi vida para siempre.

A partir de ese momento el SENTIR en mí, se fue revistiendo de una coraza protectora para que nadie me hiciera daño… Que ilusa fui.

La vida me estaba preparando una serie de experiencias donde iban a participar diversos personajes.

Aprendí en esa etapa de crecimiento, que cada persona que pasa por nuestra existencia y cada proceso que se vive, tiene un significado y una razón.

Fue una etapa de alegrías, tristezas y aprendizaje.

Luego llegué a la etapa del HACER.

Tenía la experiencia, la familia, el trabajo, mis risas y mis tristezas. Seguí una y otra vez, buscando algo mío y cuando cumplí 40 años lo encontré.

En un isla encontré mi pasión, mi amor y mi locura: “La Astrología”.

Ese fue el momento mágico que tanto había intuido mi alma. En ese único instante, se abrieron todas las puertas durante tanto tiempo cerradas.